domingo, 30 de diciembre de 2018

EL SALON DE ALEXANDRA

EL SALÓN DE ALEXANDRA
Pulsando el timbre de la puerta de Alexandra, me vino a la memoria la conversación que tuvimos de manera casual y fortuita en la cafetería donde la conocí y un hormigueo recorrió mi cuerpo desde los pies hasta mi estómago. Al poco tiempo de sonar la melodía que indicaba que había alguien llamaba a la puerta, la imagen de Alexandra se materializo frente a mí. Su cabello largo, castaño con un aroma dulce y embriagador, nublo de repente mi razón y desde ese momento quise comérmela a besos. Vestía de una manera más informal que cuando la conocí en el restaurante pero su simplicidad rezumba un erotismo inusual y todas sus prendas revelaban sus curvas de mujer  semi madura y el erotismo de su cuerpo hacia que casi perdiera la razón.

Pasa Oscar, me alegro verte de nuevo, me dijo mientras me plantaba un beso en la mejilla que me hizo descubrir el hechizo de su aroma corporal. Su casa era pequeña pero acogedora, todo ordenado sin grandilocuencia con una funcionalidad exquisita, todo destilaba elegancia sin ostentación y el equilibrio del que sabe que necesita sin aspavientos. Quieres tomar algo, que te apetece? Yo no supe que responderle y como un autómata le dije que lo mismo que ella…………nos tomamos un té de roibo en el sofá de su salón. Los dos estábamos mirándonos de frente pero separados cada uno a un lado del sofá. Yo apenas prestaba atención a todo lo que decía porque mi mente estaba divagando en todo lo que viviría en pocos minutos cuando me abalanzara hacia sus labios……..
De repente y sin pensármelo dos veces, pose mi taza en la mesita que tenía frente a mí, me acerque a ella y mientras me estaba hablando le puse mi mano en su boca para callarla. Ella se sorprendió de mi acción pero sucumbió porque ella también deseaba lo mismo que yo. Alexandra era una chica separada que su ex marido el marco de manera negativa, devaluándola en todos los sentidos de sus existencias como mujer valida,  sin ningún motivo real, pero ahí estaba yo y estaba para hacer de ella una nueva diva del sexo.

Mi mano pasó con delicadeza de tapar su boca a colocarla tras su cuello y con movimiento suave pero decisivo, acerque hacia mi boca su boca y nos fundimos en un lascivo beso que nos hizo despertar súbitamente toda la sexualidad que teníamos dentro. Alexandra, empezó a notar como una coraza se le iba desprendiendo a cada instante que nuestras lenguas se iban conociendo y compitiendo por ser dominante hacia la lengua del otro. Mis manos ya no estaban en su cuello, se entretenían con los botones de su camisa. Al desabrochar el ultimo botón de su camisa, todo su aroma de mujer me desbordo, yo en ese instante, ya no tenía una simple erección, era poseído por ella. Acaricie sus perfectos pechos con el sujetador puesto, pero con un movimiento experto, lo desabroche al instante, sus preciosos pechos se mostraron ante mi como una obra de arte del mejor pintor del mundo y su calidez y tersura, me hizo estremecer de placer, acaricie con la punta de mis dedos sus pezones perfectos y su aureola divina, vi cómo se poninan duros al contacto con las yemas de mis dedos, me abalance sobre ellos con la efusión de un adolescente y comencé a lamerlos con pasión. Alexandra echo hacia atrás su cabeza y todo su precioso cabello como una cascada caía sobre el respaldo del sillón, con un gemido entrecortado de placer al sentir mi lengua en sus pechos instauro en su cuerpo el placer de mi lengua en su cuerpo. Lamí y relamí cada centímetro de sus turgentes  pechos. Alexandra gemía de placer y eso me excitaba sobre manera, ella acariciaba mi cabeza y me apretaba contra ella denotando en su gesto el placer del instante. La tumbe en el sofá y mi lengua bajó hacia su vientre, besando su ombligo, con mis manos habilidosa conseguí de un solo gesto desabrochar su short y retirárselo al instante, ante mis ojos solo estaba su cuerpo firme y supere rotico con la única prenda de vestir que le quedaba, unas braguitas color salmón que le quitaría con la habilidad felina que me caracteriza. Me incorpore y desnude mi cuerpo , los ojos de Alexandra casi se salen de su órbita al verme desnudo y contemplar la enorme erección de mi miembro. Hizo el gesto de alargar su mano mientras estaba acostada para tocarme, pero con delicadeza le negué mi miembro, me volví a dedicar a su vientre y entre gemidos ella me pidió que le lamiera el clítoris…………..baje y baje más con suavidad mi lengua hacia su vagina. Retire su braguita con habilidad y decisión y mi lengua se encontró con su vagina ardiente y mojada. El aroma que desprendía hizo que me encendiera como una pira funeraria y apasionadamente me comí con lujuria su sexo depilado, rico y sabroso. Alexandra se perdió en orgasmos y gemidos que inundaron la habitación e hicieron que la temperatura desbordara el ambiente. Lamí ,comí, succione su sexo hasta la extenuación y mi boca tenía el sabor de  su sexo completamente y ese sabor me hacía perder el sentido, ya no era yo, era una bestia animal del sexo. Mi miembro tenía una erección increíble y casi dolorosa. Cuando de repente Alexandra paso a la acción y con un gesto casi agresivo me sentó en el sofá y de rodillas ante mí se metió mi pene en la boca de una manera desaforada y lujuriosa, me mamo hasta la extenuación. Me excitaba oír sus sonidos guturales que indicaban que no había más espacio en su garganta para mi pene, pero ella quería más y mi placer me extenuaba hasta límites insospechados. De un salto se montó encima de mi e introdujo mi miembro en su vagina como poseída y comenzó a cabalgarme, sentía sus dos tersos pechos contra el mío y su voluptuosidad me encendía la erección que jamás dejo de estar ahí, ella me cabalgaba y gemía, me apretaba con sus manos mi cabeza, me besaba apasionadamente, se echaba hacia atrás y su larga y preciosa melena caía sobre su espalda como una cascada de erotismo, llego al orgasmo varias veces antes de suplicarme que la colococara a cuatro patas sobre el sofá. Méteme todo tu miembro en mí y hazme gozar Oscar, me decía con una voz poseída por la lujuria, el sonido del golpeo de nuestros cuerpos, mi cintura contra sus perfectos glúteos  a cada embestida de mi pene excitaba todos nuestros sentidos, nalguéame, nalguéame mi trasero Oscar me pedía a cada instante y yo la azotaba de manera enérgica y sonora, agarre su hermosa melena como las crines de una yegua salvaje y le jale hacia mí, ese gesto la hizo enloquecer, notaba como su vagina se inflamaba de placer a cada orgasmo que ella tenía, su gemidos me hacían perder la razón, su cuerpo semi sudoroso exhalaba un aroma tan sexual que todo el salón olía a lujuria y desenfreno……………Oscar, quiero que te corras en mi cara, en mis pechos, lo deseo, lo necesito, me dijo con voz poseída por el placer, al oírla mi excitación traspaso los límites de la consciencia e hizo que me fuese a correr en ese instante, con un gesto repentino, la cogí por la cintura , la senté frente a mí en su sofá y con mi pene a escasos centímetros de su rostro empecé agitarlo frente a ella, con cara lasciva y con su lengua fuera esperaba recibir mi líquido seminal que llego en un alarido de placer que me hizo estremecerme por completo. Mi liquido salió salvajemente golpeándole la cara con una fuerza sorprendente, que a ella le hizo llegar de nuevo al clímax, mientras se metía mi miembro en la boca y extraía hasta la última gota de mi ser. Me agarro por la cintura y me atrajo hacia si con un gesto casi maternal y de agradecimiento, permaneció así durante un instante que me pareció eterno. Yo me arrodille ante ella y me fundí en un pasional beso que me hizo notar mi propio sabor en su boca, cosa que me éxito y me enorgulleció por estar dentro de una mujer tan fantástica como era Alexandra.

domingo, 12 de febrero de 2017

QUIERO AGUJETAS CON TU NOMBRE



QUIERO AGUJETAS CON TU NOMBRE

Aquella mañana Javier se sentía eufórico, al fin una mañana de madrugada se sentía tan pletórico y con deseo de ir al trabajo. Había estado ilusionado más de dos meses a que llegara ese día señalado en rojo en su calendario. Se subió a su Ford Fiesta y el camino que le separaba de casa al hospital se le paso en un plis plas sumergido en sus tórridos pensamientos.
Aparcó el coche con soltura en el aparcamiento del patio trasero del hospital y encaminó sus pasos de manera alegre y jovial como nunca antes había hecho o al menos en los últimos meses camino de su trabajo. Joaquín el guardia de seguridad que lo vio entrar con su alegría pintada en la cara le espeto, -Javier has dormido calentito con tu marido esta noche verdad? Ya te dije que hicieras las paces con él que seguro te la clavaba hasta el fondo….  Joaquín soltó una sonora carcajada que no afectó lo más mínimo el ánimo de Javier. Javier lo miro con cara de no conocerse de nada y lo dejo detrás de sus pasos sin ofrecerle una respuesta, como hacia cada mañana a cualquier sandez de Joaquín. Se encaminó con su felicidad jovial hacia el ascensor y miro su reloj.  Se inquietó por dentro como un adolescente al observar que llegaba diez minutos antes de la hora. Necesitaba llegar antes que ella si quería que el factor sorpresa hiciera el efecto deseado.
Rápido se presentó frente a su taquilla y se desnudó para colocarse su pijama blanco y reluciente planchado para la ocasión. Se froto su pecho y acaricio sus musculados pectorales y se sintió seguro de sí mismo. Se sintió en paz consigo mismo y renacido. Ya no era la sombra que era meses atrás y que hizo que ella no quisiera saber de él, cosa que lo lastimó de manera cruel.
Se perfumo y dejó que el aroma de su cuerpo aderezado con su perfume, purificara el fétido olor del hospital con su afrutado y aromático olor, para que ella pudiera distinguirlo sin equivocación en el vacío de los solitarios a esas horas pasillos de su planta. Se calzo sus zuecos blancos y se encaminó a por el primer café de la mañana. Se quedó pensando con la taza en la mano blandiéndola en el vacío de la estancia donde se encontraba, absorto, mientras se recostaba sobre el mueble encimera que sostenía la cafetera. Se preguntó; como habrían pasado esos dos meses y medio para ella, ¡si seguiría con su ardor de siempre intacto o no!, ¡si sus pechos habrían notado la ausencia de sus manos expertas!, ¡si sus labios habrían pronunciado su nombre de manera furtiva o de manera consciente!, ¡si sus manos habrían acariciado su cuerpo rememorándole!, ¡si su propio sabor se habría adherido para siempre en cada centímetro de su piel!, ¡si en silencio, su cuerpo lo habría llamado a voces sin él saberlo! María entro súbitamente y lo sacó de sus ensoñaciones y preguntas sin respuestas. – Menudo pajarraco estas tu hecho, nunca usas ese perfume que nos vuelve locas a todas y justo cuando va a aparecer tu pichoncita te pones hasta el culo de él, me pareces patético, pero como me vuelve loca ese olor tuyo, te voy a perdonar y te voy a obligar a que me sirvas un café como el que te estas tomando-  y rió de satisfacción. Esbozo una maliciosa, esplendida sonrisa blanca y perfecta. María era una menuda y pequeña mujer de cincuenta y muchos años, pero tenía ese encanto que muchas mujeres de su corte tienen y que ni el, ni la más oportunista pueden hacerle desbancar de ese torbellino y encanto atractivo que arrastran las de su clase. Javier la complació y rieron juntos los dos ante la ocurrencia de María.
La voz de ella, que se oía venir por el pasillo, desarmo a Javier. Apretó con sus manos y con todas sus fuerzas el filo del mueble que lo soportaba presa de la zozobra y el nerviosismo y huyó. Giró sus pasos hacia la izquierda y salió de incognito por la oficina del servicio a hurtadillas. La voz de Nilly sonó rotunda en el silencio que se fraguo alrededor de la cafetera “Hacia tiempo que no olía el hedor a hombre cobarde” Todas las que acompañaban a Nilly al redor de la cafetera contuvieron la risa, excepto María que espeto –“No sé para que ese moñas nos ha vuelto locas a todas con su perfume y ahora se va como una maricona”. Todas rieron sin consideración ante el descaro de María, Javier mientras huía del lugar no pudo retener tampoco la risa y se dijo para sí que todo iba como él había imaginado. Aunque algo lo agitaba, había algo que aún le quemaba por dentro, un miedo en modo de inseguridad que le hacía daño en el estómago y no conseguía aplacarlo. Resolvió hacer la primera ronda de pacientes y se encamino hacia la última habitación.
Para Javier no había nada más importante que sus pacientes y una vez que se aplicaba a sus quehaceres, se entregaba en cuerpo y alma. Su agrado, su simpatía y su profesionalidad sobre salía a la de los demás sin desmerecer a ninguno de sus compañeros. Javier disfrutaba ayudando y evitando el sufrimiento ajeno. Se le paso media mañana entre pacientes y compañeras, pero ni rastro de Nilly, se dijo que seguro que el Dr. Agustín la había acaparado para él y su ronda de visitas a sus pacientes.
A eso de media mañana tuvo que acercarse hasta el almacén para aprovisionarse de distintos tipos de materiales que precisaba para hacer sus funciones, absorto como estaba en el acopio de los diferentes productos, no se percató de que una figura femenina se le acercara por detrás. Le agarro con firmeza y decisión su miembro y se susurró al oído. -¿Este es el recibimiento que se merece mi coño? ¿Crees que me merezco solo el saludo de tu aroma? Que sabes que me pone caliente como una perra ese olor tan tuyo… ¿Qué tal anda este hijo de puta que tengo en mis manos? Apretó con más fuerza el pene de Javier y Javier reacciono inclinándose un poco por el dolor ante el ímpetu que Nilly le estaba ejerciendo en su pene. Si sigues como haces cuatro meses atrás, no quiero saber nada de él ni de ti. Nilly mordió con rabia el cuello de Javier y se alejó sin que él pudiera mediar una palabra. El mordisco produjo un escalofrío, un dolor indescriptible en su cuerpo y en el ánimo de Javier aquellas palabras espetadas sin compasión que lo descuadro por momentos, pero se repuso, volvió a armarse de nuevo de serenidad pasado un tiempo y se calmó.
Aquellas últimas palabras de Nilly se le clavaron con dolor en el alma y el recuerdo de aquellos días se le instauraron en su pecho en forma de angustia. Recordó como de manera casi imperceptible se fue obsesionando con la ausencia repentina de erección y en la dificultad de llegar al orgasmo, hasta el punto de no desear tener sexo. Nilly estuvo dos meses sin hablarle porque ya sabemos cómo son las mujeres decía Javier a sus amigos y ella creía que había otra o que ya no la excitaba. El caso es que Javier empezó a caer en una espiral de desasosiego que lo fue apagando poco a poco.
Pero eso, ya había pasado, ahora era otro Javier y estaba deseoso de demostrárselo a Nilly, quería demostrarle que todo había vuelto a la normalidad. Termino de recapitular las cosas por las que había ido y salió del almacén con nuevos bríos y una seguridad pétrea.
Al salir se encontró con Álvaro, el toca pelotas más engreído y más mal educado de los que pululaban por el hospital. -Maricona, no veas como viene la Nilly, que cacho tetas se gasta esa piba, ¿eh? Oye que avísame si ella sigue pasando de tu culo, que yo le apaño ese cuerpo por ti! Se alejó con una sucia carcajada a la que Javier no contesto. Pero sí que le perturbaron por un instante el ánimo, porque sabía que medio hospital suspiraba con tener cerca a una mujer como Nilly, aunque fuera para tomarse un café con ella. Se repuso rápidamente con nuevos pensamientos.
Cuantas horas de sexo se habían fraguado en aquellas salas, en aquellas camas, en cualquier lugar de manera furtiva. Con ella aprendió el descaro y la osadía del sexo arriesgado y a no reprimir el deseo de copular en el lugar que fuera, a ojos de todos y a escondida del mundo………….
Así entre miles de pensamientos y recuerdos se le paso el primer turno, todo paso rápido entre pensamientos lascivos y pacientes. La tarde siempre se suponía más tranquila, así que se relajó y se fue a comer con Alba, Mandí y Oscar. No quiso tomar café con ellos y se subió a la planta a relajarse escuchando el último disco en su reproductor de mp4 de Dark Tranquilly. Se sentó frente a la ventana, donde solo podía contemplar el cielo azul que la altura de su planta le regalaba, vaciar su mente y no ver nada más que perturbara su visión. Las distorsiones de las guitarras y la voz gutural del cantante de Dark Tranquillity lo relajaban, cada segundo de aquella música en apariencia agresiva, iban arrancando de dentro de sí, cualquier resto de dolor, rabia e ira que pudiera haberse instaurado en él, se iba sintiendo liberado y leve a medida que las canciones corrían por sus oídos y se sintetizaban en su cerebro. Sin previo aviso una mano cálida y suave se encontró con su mano izquierda. La sensación fue tan placentera que por un instante no quiso mirar quien lo había asido de la mano para no llevarse una decepción. Nilly se inclinó a la vez que se agachaba hasta la altura donde se hallaba sentado y lo miro con esos ojos a los que Javier jamás pudo resistirse. Ella lo incito a que se levantara y la siguiera con un gesto de su mano y con una mirada cómplice e irresistible. Javier se deshizo de sus auriculares y la siguió en silencio agarrado a su mano suave y cálida. Él sabía de sobra hacia donde lo llevaba Nilly. Un nudo de nerviosismo y excitación lo amarraron por dentro, pero se dejó llevar. La mano derecha de Nilly abrió la puerta del reservado a enfermeros de la planta y coloco el distintivo que alertaba a todos que ellos estaban dentro. Por unos instantes el tiempo se detuvo para los dos amantes. Se miraron en silencio deseándose como dos adolescentes que se citan por primera vez. Javier casi se le sale las lágrimas al contemplar a esa mujer tan hermosa, esa mujer que tanto deseaba y que tanto había sufrido por su falta. Su belleza lo desarbolaba y su aura desprendía el deseo más arrebatador que Javier podía experimentar. Nilly se acercó a él y le agarro la cara con sus dos manos, con suavidad y lo acerco a sus labios. -Cuanto he deseado estos besos, Javier. La carne de tus labios, el calor de tu boca, el dulzor de tu saliva en mi boca. Nelly le hablaba sin parar de besarlo y Javier se dejaba hacer en silencio, pero con complicidad. El ambiente se iba calentando por momentos y ya nada podía hacer que no sucediera lo que iba a suceder, porque ellos dos así lo habían propiciado mucho antes de que se vieran ese día.
El pelo castaño y largo de Nilly oscilaba en el aire mientras cambiaba de posición para besarlo desprendiendo e inyectando en el ambiente todo el dulzor que este contenía y que a Javier tanto excitaba. Javier abrazo con pasión el cuerpo de Nilly y Nelly se estremeció y se gustó ante el gesto de Javier. La lengua de Javier se asalvajo y comenzó a lamer el cuello de Nilly -Ahhh, si Javier, cómeme, lame mi cuello. Nelly gemía a cada lametón de Javier. Notaba como todo su cuerpo se endurecía, podía notar como sus pechos se iban inflamando debajo de su pijama blanco y bajo su nuevo sujetador que los oprimía. –Madre mía, como tienes esta polla de dura Javier. Nelly acaricio con frenesí el paquete de Javier y Javier se empalmo más aun de lo que estaba. –Cuanto tiempo sin sentirte, sin olerte, sin comerme esa polla tan rica. Hoy quiero que mis agujetas tengan tu nombre y lo beso con pasión airada. Quiero que mi coño chorree por ti, quiero que lo trates, lo maltrates y lo inundes de orgasmo como siempre supiste hacerlo. Cogió la mano de Javier y la metió en su pantalón, bajo sus braguitas, en su coño rasurado. Javier se excito al notar la humedad del coño de Nilly y Nilly gimió al sentir los dedos de Javier acariciando su vulva. Mi coño quiere tu polla, mi boca quiere tu polla, mi culo quiere tu polla y me la vas a dar, decía Nilly mientras desprendía a Javier de la parte de arriba de su pijama blanco. Se extasió al ver el torso lampiño de Javier y se excito. Ya no era ella, ya había perdido el control de su consciencia, ahora era otra Nilly la que la dominaba. Abrió lo más que pudo su boca y se metió el pezón derecho del pecho de Javier en la boca, como si fuese a tragárselo de una. Lo chupo con delirio y pasión y Javier gimió. Nelly abarcaba con sus manos la cadera prieta de Javier, notaba el balanceo de rápido y agitado de su respiración en su estómago mientras bajaba del pecho hacia su ombligo con la lengua. El aroma que desprendía el cuerpo de Javier la iba hipnotizando por momentos. El calor que irradiaba todo su ser, la calentaba por dentro. – Ahora voy a comerme toda tu polla y me voy a atravesar la garganta con ella. Javier al oír esas palabras pronunciadas con ese tono lascivo se excito más. Agarro con descaro el pelo de Nilly y la obligo a pegar su cara a su pubis aun vestido por la parte de abajo del pijama. Nilly en cuclillas como estaba, con parsimonia coloco sus dos manos sobre la cintura del pijama blanco de Javier y con decisión y lentitud fue bajando el pijama blanco. Pronto pudo sentir en sus fosas nasales el agradable y punzante olor que el miembro de Javier iba desprendiendo y la humedeció al instante. – Dios mío! Cuanto he deseado tener este pedazo de verga en mis manos, en mi boca y lamerla como te la voy a lamer………… El pijama bajó hasta las rodillas de Javier. Nelly contuvo en su garganta un grito de placer al ver la gran erección de Javier, agarro su perfecto pene con sus dos manos y comenzó a agitarlo con lentitud y cariño. Acerco su cara al vigoroso miembro y comenzó a rozar su rostro con él y se dejó embadurnar de su tibiez y todo su aroma antes de lamerlo con deseo y pasión. Se recreó un instante antes de chuparlo y saco su lengua en claro gesto de deseo voraz. – Quiero que te la metas hasta el fondo cariño, quiero oírte dar arcadas de placer, así que métetela hasta el fondo. Aquellas palabras de Javier la pusieron en órbita y se tragó el perfecto pene de Javier con ahínco. Su boca comenzó a salivar de manera copiosa, la saliva corrió por todo el miembro buscando la ingle de Javier. La boca de Nilly subía y bajaba de manera experta por toda la erección de Javier, consiguiendo el efecto deseado y que no era otro que excitarse con esa gran polla en su boca y darle placer a su hombre. –Mi coño está que arde y está chorreando por ti, le decía sin parar de chupar. De vez en cuando paraba y se recreaba en lo que tenía en su boca, pasaba la lengua por todo el glande extasiándose a la vez que lo hacía. Su lengua moldeo cada centímetro de aquella perfecta polla y sus labios implementaron un placer que hacia gemir a Javier como un poseso. Nilly agitaba el pene de Javier en el aire y lo masturbaba. Le encantaba sentir aquella polla en sus manos, caliente, dura y la mamaba, la chupaba, la mordía y se excitaba. Javier con un gesto certero de deshizo de su pijama y quedo completamente desnudo para Nilly, Agarro la cabeza de Nilly y la obligo a tragársela hasta el fondo. Aquel gesto animal la excito a la vez que la agobiaba, pero la ambivalencia de las sensaciones la extasió y deseó por momentos tener más garganta para hacer acopio de aquella polla entera en su boca. Los gemidos de Javier llenaron el silencio de la habitación y su voz musicalizaba el ambiente. Vamos cariño, mámamela hasta el fondo, así, así, así es como me gusta, y mientras la obligaba a chupar más duro, más adentro, más sucio. Los dos estaban fuera de sí, los dos estaban en otro nivel de consciencia. Javier fuera ya de si, agarro a Nilly por la cintura y la incorporó, con un gesto felino. La desnudo súbitamente, sin ni tan siquiera percatarse de la lencería que Nilly había traído exclusivamente y concienzudamente para él. Pero a Nilly no le importo y sin darse cuenta, ya estaba indefensa ante su propia desnudez. Javier la agarró con un abrazo y la sentó en la mesa que había a la izquierda de la cama litera que decoraba aquel cuarto y comenzó a devorarla con sus besos lascivos. –Dame tu boca que quiero morderte esos labios de caramelo, quiero meterte la lengua hasta dentro de tu ser. Y se fundieron en una espiral de besos tórridos y viciosos. Nilly gemía y sentía como en su coño húmedo iba cada vez más fraguando una fuente de elixir sagrado. Javier agarro sus dos pechos con ahínco y los apretó, ante el leve quejido de dolor de Nilly, los soltó al instante y su boca hizo el trabajo que mejor sabía hacer y era dar placer. - Comete mis tetitas y dame placer, quiero correrme mientras me las chupas. Javier puso más ardor y chupo con fuerza y soltura, los pechos de Nilly se endurecieron y se concentró en su placer y orgasmo le sobrevino de manera inexorable. – Me corro Javier, me corroooo, Nilly grito su orgasmo sin contemplaciones y Javier se creció. Con acelerada pasión introdujo Javier sus dedos en el coño chorreante de Nilly para concederle un placer pletórico en toda su vulva. Nilly se agarró a su cuello en una contracción de placer y le mordió el cuello mientras él masajeaba su clítoris. El orgasmo no tardo en explotarle en su inflamado clítoris y Grito;  -Ahhhhh, Javier me estas volviendo loca x Dios! Méteme ya esa polla en mi coño que chorrea por ti.

Javier la recostó sobre la mesa en la que ambos amantes se encontraban y metió su cabeza entre las piernas de Nilly y la lamio con efusión. Nilly al sentir la fogosidad de la boca y la lengua de Javier en su coño se extasió. Se agarró de la mesa como pudo para no caer del placer extremo que la boca de Javier le estaba ocasionando y se dejó llevar por su placer. Ahhhh, Javier me estas matando de gusto, no puedo parar de correrme x favor!! Ahhhhhh. Los gemidos y la lujuria que envolvía la habitación hacía que ambiente destilara lujuria por las cuatro paredes. –Ahora te voy a meter mi polla hasta el fondo Nilly, te deseaba con todas mis ansias, con todas mis ganas. Se agarró la polla con las dos manos y la hizo sufrir unos instantes antes de penetrar a Nilly. Rozo su enorme capullo sobre el clítoris de Nilly a lo que ella respondió con un chorro de flujo, fruto del orgasmo que el roce del glande produjo en su clítoris. Nilly se dejó vencer por la fuerza del orgasmo tras un extenuado Ahhhhhhh. Pero pronto se repuso, justo al momento de sentir como la gran polla de Javier la invadía para llenarla de placer. Los dos cuerpos se acompasaron al ritmo de los movimientos coitales que Javier le aportaba y se excitaban. Javier se extasiaba al ver como su polla entraba y salía de aquel coño jugoso, precioso y depilado de Nilly. Nilly, quiero que te corras con mi polla en tu coño! A lo que Nilly respondía, - Quiero que me llenes el coño de leche Javier, inúndame toda por dentro. Javier se excitaba más a cada momento y con cada palabra de Nilly. Nilly no podía contener dentro de si todos los orgasmos que se le iba agolpando en su coño y los expulsaba al exterior en forma de gemidos, alaridos de placer y convulsiones de su cuerpo. Su cuerpo disfrutaba bajo aquella bacanal de lujuria y placer que Javier le estaba concediendo. Javier con un gesto salvaje la incorporo y la hizo recostarse sobre la mesa ofreciendo su trasero para él. Javier la siguió penetrando de manera salvaje y placentera y ella se dejaba arrastrar al mundo del deseo carnal y de la locura libidinosa. Que me gusta meter mi polla en tu coño Nilly, me encanta hacer que te corra como una condenada. – Ahhh, si Javier, cariño, dame fuerte, dame mas, dame con todas tus ganas. El sonido de los dos cuerpos al chocar con violencia musicalizaban de manera erótica sus oídos y la lujuria rebosaba por todos lados. Sus cuerpos sudaban y brillaban por el exaltación del sexo. Javier la golpeaba una y otra vez, una y otra vez y ella de perdía entre gemidos y placer. Javier se separó por un instante de ella y con sus dos manos separo las dos nalgas prietas de Nilly buscando con su lengua su orificio anal. Cuando Nilly sintió el placer que la cálida lengua de Javier le producía en su ano le dijo. _ahhh, que rico Javier, lame tu culito antes de fallártelo, así, así, cariño, lámemelo todo. Javier comenzó a meterle un dedo por su culo y Nilly gimió de placer. _ Métemela, métemela sin miedo, suave, pero métemela ya Javier, le espeto Nilly. Javier salivó la punta de su polla y con maestría, dulzura y habilidad la penetro. Javier noto como a cada centímetro de polla que le iba introduciendo en su ano, el culo de Nilly se iba abriendo con suavidad para él y comenzó a bombearle placer. Nilly a esa altura ya había perdido por completo la conciencia y su cuerpo se perdió en un remolino de placer inmenso.  –Sí, sí, sí, Fóllame, fóllame entera Javier, así, así, dame más, dame tu pollita, fóllate mi culo. La polla de Javier se movía con más vigor dentro de Nilly al oír esas palabras que Nilly le soltaba como poseída por un ángel diabólico del placer, lo estaba volviendo loco y su tensión sexual llego al límite soportado por él y se corrió dentro de ella. Él se perdió en el placer de su orgasmo y se convulsiono tras el orgasmo. Me coooorrroooo, gritó Javier. Nilly al sentir el borbotón de leche que le inundaba su culo y al oír el gemido intenso de placer de Javier se corrió también ella, de una manera tan enérgica que de su coño salió un chorro de flujo, que inundo los pies de los dos amantes. Javier se recostó sobre la espalda de Nilly derrotado pero impregnado por un placer inexplicable y Nilly lo acaricio como pudo con su mano izquierda que era la que aun podía ejercer algún tipo de movimiento. Javier beso la espalda sudorosa de Nilly y el aroma que su pelo desprendía, lo reconforto como el olor de una madre para un niño. Nilly sin mirarlo dijo ­ - el sexo contigo es increíble, lamento estos meses de abstinencia. Pero el reencuentro ha merecido la pena. Javier acerco su mano a la suya y la entrelazaron con fuerza. Él no dijo una palabra, pero sonrió, se sintió feliz allí recostado en la espalda de Nilly y se sintió el hombre más feliz del mundo. Notó como poco a poco su polla iba perdiendo consistencia, pero no se preocupó. El momento vivido se le quedo grabado para siempre como el fruto exótico del reencuentro de dos amantes que se amaban y se follaban como nadie.

miércoles, 4 de mayo de 2016

EL PLAN DE PEPA


EL PLAN DE PEPA

Aquella tarde Pepa había llegado al límite de su desesperación y una rabia contenida le recorría todo su ser. Se acercó a la boca el cojín purpura de Prince, lo mordió con rabia y grito extenuadamente tan fuerte como sus pulmones y su garganta se lo permitieron. Dejo la marca del alarido en forma de pequeña humedad circular impresa en el bonito cojín purpura que su amiga Marga le había regalado como suvenir de su viaje a la ciudad de Minneapolis de su Idolatrado genio Prince hace ya tres años atrás y con lágrimas en sus ojos se calmó. Se dejó caer con resignación en el sofá relajada tras el desahogo que el grito le había proporcionado. Ese grito arrastro desde lo más profundo de su ser un resentimiento acumulado desde hacía ya un tiempo atrás y que hoy se convirtió en ira pesada que desde dentro arde y no deja tener paz interior. No entendía como un tiempo a esta parte el sexo se le había negado de manera categórica y rotunda para su desgracia. Pepa estaba ya resignada a no buscar el amor ni a encontrarlo, ni tan siquiera a una relación estable y duradera. Ella solo pedía sexo, solo deseaba exhalar por sus cuatro costados la lujuria que tenía dentro de sí contenida. Solo quería que unos labios la quemaran y que una piel la abrasara con el fuego intenso del deseo y la pasión del pecado carnal. Solo pedía un amante pasajero que la hiciera vibrar y hacerla sentir mujer, porque eso sí, ella no era bonita ni tenía un tipo espectacular, pero era muy mujer, muy femenina y muy, muy sexual y necesitaba un pene dentro de ella ya! Recostada en el sofá comenzó a idear un plan certero para poner fin a aquella abstinencia que la lastimaba por dentro, porque eso sí, a la hora de elucubrar un plan maestro, nadie la ganaba. Ella sabía que tenía ese don y lo iba a explotar al máximo desde ese preciso momento. Se zafó con habilidad de sus zapatos y se sentó en el sofá en posición de loto y cogió el teléfono que estaba en la mesita baja que precedía al sofá y comenzó su partida sexual. María? Que pasa tía? Como te va? Oye sin que me hagas una sola pregunta te hago un encargo y no puedes decir que no. Necesito que mañana por la noche vengas a mi casa con dos amigos a cenar, no hace falta que traigáis nada, pero haz de cumplir lo que te pido, ok? María profirió un “si” con más miedo que deseo y Pepa colgó el teléfono para no ser interpelada al instante. Pepa sabía de sobra que María llevaría a buen término la misión que le había encargado porque conocía desde mucho tiempo atrás el psique de María y sabía que era sumisa y buena amiga. Ahora le tocaba concentrarse en buscar a la segunda pieza de su elaborado plan. Para ello tuvo que revisar con anhelo la lista de contactos de su teléfono y buscar con pericia su segunda cómplice. No lo consiguió hasta que llego a la letra “K”. Allí se acordó de Kristina, una chica inglesa que había conocido en las malogradas y olvidadas clases de piano. Kristina era una chica algo más joven que Pepa que conoció hace dos veranos atrás y que pronto entablaron una buena amistad. Dicha amista se fraguó más que nada porque Kristina era muy maleable y a Pepa le encantaba jugar un poco con ese tipo de personas, ya fueran hombres o mujeres, pero a decir verdad, disfrutaba más con las chicas dóciles, porque así sacaba más partido a sus intenciones, como a la hora del reparto de supuestos machos en celo cuando quedaban en el pub “Siroco” al saltarse las clases de piano, quedándose ella con quien más le conviniera cuando coincidía con algunos pretendientes en el pub. Kristina era una chica ligera de casco y poco ducha en maldad femenina, pero esa candidez y estupidez aparente, era la que le daba el encanto tan atractivo que tenía y que a la mayoría gustaba. Eligió su nombre de la lista de contactos y pulso el botón verde y la llamada comenzó a sonar. Hola Kris, que pasa tía, que tal estas? Si, si, hace ya mucho tiempo, pero es que hoy precisamente me estaba acordando de ti. Si, si estoy bien, de fábula diría yo, jajajaja. Oye mira que mañana voy a hacer una cena en casa y vendrán unas amigas y unos amigos, así que quiero que vengas y no acepto un no por respuesta. No, no quiero excusas Kristina, a demás tienes que traer a dos amigos contigo, esa es la condición, por lo demás no tienes que preocuparte por nada más….. ahhh, genial pues te los traes, no sabía que tuvieras noviete, entonces genial, tu, tu noviete y su primo sois bienvenidos a mi casa, no me falles, a eso de las nueve te espero por aquí, veras como lo pasamos bien, además tengo muchas ganas de verte y darte un fuerte abrazo. Un beso princesa, hasta mañana. Colgó el teléfono y un suspiro profundo de satisfacción se escapó de su pecho, recostó su cuerpo satisfecho sobre su sofá y una sonrisa mitad de felicidad mitad de malicia se le implanto en su boca y no la quito hasta bien pasado un buen rato. Sus pensamientos se fueron agolpando uno a uno en su mente, los fue sintetizando y degustando uno a uno y disfrutándolo como un ser maquiavélico que era, la embriagaba como un licor prohibido que solo ella se sentía capaz de preparar y saborear en su cabeza. Sabía que la primera parte de la partida estaba ya implantada, ahora tocaba implantar el nudo de la historia para recibir el desenlace deseado de toda aquella obra mental suya. En esos pensamientos se fue diluyendo hasta que le fue venciendo un pesado y reconfortante sueño.

La casa olía de maravilla, con el toque justo a ambientador de sándalo, a limpieza y al fragor de sus fogones tras haber preparado la sustanciosa cena. Anna molly de Incubus, sonaba de manera eléctrica y vibrante por el pequeño altavoz reproductor de mp4 dotando a Pepa de la vitalidad y zozobra justa para sentirse feliz e ilusionada como una cría en el día de su cumpleaños. El timbre la saco de sus ensoñaciones y se dirigió hacia la puerta, sabiendo de ante mano que era María la primera que llegaría a su puerta, por lo tanto no se sorprendió para nada al abrir la puerta y comprobar que era María con compañía (como la canción Cruz de Navajas de Mecano) la que se transformó tras la puerta. Un fuerte abrazo precedió a los besos de rigor para luego seguir con las presentaciones. Pablo y Ernesto eran los dos chicos que acompañaban a María y ante la visión que Pepa tenía frente a ella, quedó más que satisfecha. Pablo era moreno, fortachón, no muy alto, pero bonito de cara, no muy listo pero en resumidas cuentas, muy follable pensó Pepa. Ernesto era peloncete y delgado, pero rápidamente Pepa puedo intuir con una habilidad demoniaca que Ernesto y María tenían algo y no era precisamente una cuenta en Twitter lo que su intuición le aseguraba. Pepa planto dos sonoros besos en las mejillas de los chicos y los hizo pasar hasta el salón donde todo estaba ya preparado para que el nudo de su historia se curtiera de manera inapelable. Sirvió a los tres sendas copas de vino blanco bien fresco que degustaron con placer. La conversación fluyo entre piropos de unos hacia los otros, por lo bonita de la casa, por lo elegantes de la vestimenta, por el olor exquisito del ambiente, por haber acudido a la cita, etc…… El timbre sonó de nuevo y Pepa con alegría se encamino a abrir de nuevo la puerta. Kris solo fue diez minutos impuntual, pero a Pepa no le importó lo mas mínimo, porque sabía que traía dos regalos en forma de muchachos y eso la hizo vibrar por dentro. Abrió la puerta y se encontró a una Kristina diferente, la vio mucho más mejorada, estaba más bonita y más rellenita de como la había visto seis meses atrás y se alegró. Se había abastecido de una belleza delicada, ya no se veía tan enclenque como antes, ahora lucía una chica atractiva y muy deseable. Se fundieron en un gran abrazo las dos y se besaron como si no se hubiesen visto en años. Los dos chicos que la acompañaban, se intimidaron ante tanta efusión. Cuando se hubieron separado, Kristina agarro de la mano a su novio y lo presento, este es Máximo, se besaron sonoramente en las mejillas y este es Ramiro, su primo, Pepa se quedó por instante intimidada, Ramiro era alto, rubio de ojos verdes que quemaban pero se repuso al instante, no dejo que sus pensamientos calenturientos la invadieran para deslucir de manera tonta su maravilloso plan. Beso al chico y los invito a que pasaran al salón donde ya estaban los otros tres comensales esperando. Todos se besaron tras las presentaciones y el salón de repente cobro vida, miles de sonidos comenzaron a pulular por el salón como una orquesta de músicos anárquicos. Risas, voces, arrastrar de sillas, etc., colorearon el silencioso salón. La primera botella de vino se agotó casi sin previo aviso y Pepa fue a la nevera a por otra, lo más rápida y diligente que pudo. Se contaron muchas historias que hicieron el deleite de todos ya que nadie se conocía a penas y todos tenían algo que contar. Pepa no dejaba de observar a Ramiro y a Pablo sin que ninguno de los dos se percatara de la vigilancia a la que Pepa les estaba sometiendo. Por ese momento, ella ya sabía que aquellos dos hombres en menos que de lo que ellos mismo se pudieran imaginar iban a estar yaciendo con ella, pero se dijo a sí misma, tranquila, tiempo al tiempo y se relajó de nuevo sin prodigarse en pensamientos calenturientos. Pepa fue colocando con soltura y decisión a cada uno en su lugar estratégico de la decorada mesa para la cena, nada había sido dejado en manos del azar. Pepa tenía todo muy calculado y cada comensal se fue ubicando donde Pepa les iba indicando de manera inocente. El jolgorio no dejo de brillar en todos sin que ninguno se percatara de que Pepa había elegido un vino exquisito pero alto en grados de alcohol, lo que hizo que la espiritualidad jovial de todos los chicos se mantuviera inflamada desde el momento cero. No permitió que nadie se levantara de la mesa para ayudarla y con parsimonia de anfitriona experta, fue abasteciendo la mesa de ricos manjares preparados por ella misma para deleite de los chicos. Lentamente tras los halagos de rigor la exquisita y coqueta cena de Pepa fue pasando por sus paladares acompañada en todo momento del vino blanco fresco y sabroso alto en grados etílicos. Sin que ninguno se percatara de la mano taimada de Pepa en sus preparativos, como por arte de magia el salón fue cobrando una intensidad lumínica y una temperatura excesiva para la cantidad de ropa que los chicos vestían. Con desparpajo y sin timidez se fueron desprendiendo de algunas ropas, entre risas y conversaciones banales. Pepa estaba pletórica al contemplar que el plan iba tomado la forma que ella deseaba. El postre llego sin que ninguno se percatase de que la cena iba ya por las dos horas y el tiempo había parecido haberse detenido para todos, se sentían embotados pero con una felicidad embriagadora que los hacia casi levitar. Sentían que una extraña tensión sexual se les iba apoderando con suavidad pero sin freno en sus entrañas. Pepa se levantó resuelta a por el postre y el broche final de su plan maquiavélico. Todos aplaudieron ante la visión de una de una exquisita tarta de chocolate que Pepa blandía en el aire para dejarla reposar sobre la mesa ante la atenta mirada de gula que todos derramaban sobre la tarta de chocolate. Brillante y con un olor intenso que a todos les resulto familiar se hizo apetecible y deseosa. Todos querían una porción extenuada de la tarta y Pepa los complació con astucia. Les hizo una observación al respecto y les pidió que nadie comiera hasta que estuvieran todos servidos, para que todos pudieran degustar la exquisita tarta a la vez. Pepa hizo los honores y autorizo a todos que comenzaran a degustar su tarta. Todos rieron al unísono al comprobar cuál era ese olor familiar que desprendía la tarta. Pepa, estás loca, has puesto marihuana en la tarta………..Todos rieron a la vez y Pepa sin ruborizarse asintió y confirmo que ese era el ingrediente sorpresivo que tenía para ellos. Todos acabaron sus porciones de manera copiosa y parsimoniosamente, así los efectos narcotizantes de todo lo que habían ingerido casi sin percatarse iban haciendo efecto en sus organismos. El nudo ya se había implantado y ninguno era consciente del final que les esperaba, solo Pepa y su engranado plan tenía la respuesta. Pepa se froto las manos sin ser observada y se dijo para sí misma allá vamos a por el desenlace. Mientras Pepa recopilaba los desechos de la cena los chicos descansaban y reposaban la barbitúrica cena. Los efectos de la mezcla de alcohol, elixir del placer y marihuana pronto comenzaron a dominar la voluntad de todos. Pepa desde la cocina se puso radiante porque sentía en ella misma lo que los demás estaban sintiendo. Apresuro su trabajo de recogida lo más que pudo sin dar muestra de ansiedad y se dirigió al salón. Aflojo la intensidad de la luz del salón ante las miradas de todos, pero nadie dijo nada, para esos momentos todos estaban invadidos por una paz envuelta por una enorme tensión sexual que los dominaba. Por eso cuando Pepa resolvió a proponer un juego erótico ninguno se opuso. Les pidió a todos que la ayudaran y hicieron un gran espacio en su salón, trajo de su habitación una gruesa esterilla del tamaño de dos camas de matrimonio y la extendió en el suelo. Pepa saco de un cajón un par de dados que previamente había colocado ahí con intención y propuso que las chicas empezarían con aquel juego. Nadie impugno y comenzó Kristina, su tirada salió morder- labios y se fue derecha a por su Máximo y se lo comió a beso. El ambiente subió de temperatura en menos que canta un gallo y Pepa supo al instante que ni siquiera haría falta para encender la llama del deseo carnal, otra tirada más, pero ella maléfica como era, lo hizo, se regodeo en su éxito y lanzo ella los dados y los dados la gratificaron con un lamer – ombligo! Se dirigió primero hacia el chico fuerte moreno, Pablo y con decisión y pasión le levanto la camiseta y comenzó a lamerle el ombligo como poseída por un ser sádico y lascivo. Con la mano derecha llamo a su lado a Ramiro, el chico rubio, el cual acudió sin dudarlo hasta su lado. Pepa levanto su camiseta y lamió y relamió también el ombligo del chico. Los suaves gemidos del chico prendieron la llama del deseo y la lujuria de todos y tanto Kristina como María se refugiaron en los cuerpos de sus novios. Aquello ya comenzaba a tornarse en una bacanal romana pero a ninguno les importo lo mas mínimo ya que el influjo de todo aquel elixir que Pepa les había inyectado con la suculenta cena, los poseía y los dominaba sin tener conciencia de ello, solo se dejaban llevar por el encumbramiento del deseo y el dulzor del pecado carnal. Sin previo aviso Kristina ya se había despojado de su ropa y Máximo estaba chupando sus pequeños pero prietos senos, los gemidos de Kristina animaron el deseo de todos y como una melodía nociva hizo que todos se desnudaran sin contemplaciones. Pepa pudo ver el cuerpazo que María destilaba en su salón. Sus curvas y su piel morena la atrajeron de manera extraña y perniciosa y tuvo que retenerse para no ir en busca del cuerpo de su amiga, sus grandes pechos oscilaban al movimiento de su cuerpo en el aire dibujando un deseo incontenible. Las curvas de su moreno cuerpo arrodillado sobre el tapete incitaban al deseo y Ernesto comenzó a comérsela con avidez. Alguien jalo del pelo de Pepa y la abstrajo de sus pensamientos y su mirar, obligándola a prestar atención a otro lugar de su salón. Los dos chicos ya estaban desnudos y Pepa se excito al ver sus penes en erección. Ramiro con habilidad la desnudo de cintura para arriba con un gesto certero, dejando sus pequeños pechos al descubierto, cerró sus ojos y súbitamente sintió el calor de una boca en ellos, mientras una mano acariciaba el otro. La sensación ambivalente de la boca y la mano la extasió de manera soberbia. Ramiro a la vez que le sobaba los pechos daba buena cuenta de su boca con un deseo voraz. Mientras Pablo le arranco de un golpe su faldita produciendo  un excitante sonido de desgarro en la ropa. El gesto violento la excito, ese gesto de dureza, de brusquedad la domino y quiso más. Como por arte de magia Pablo le dio una violenta nalgada que a Pepa le supo a gloria, instantes antes de que la boca de Pablo se adhiriera en su vagina. Jamás había experimentado semejante desenfreno en su vulva y lo gozo. Los primeros orgasmos se le empezaron a escapar con los consiguientes gemidos que se acompasaron a los que ya fluían en su salón. Sin que lo esperara Ramiro le dio su pene erecto para que se lo agitara. La sensación que sintió Pepa al tener en sus manos aquel miembro recio y caliente la transporto a otro nivel de deseo y comenzó a agitarlo con suavidad. Ramiro la agarró del cuello con sus dos manos y la atrajo para sí y comenzó a besarla con fuerzas. Pepa estaba traspasando la barrera de la conciencia y adentrándose en el nirvana del placer. Su vulva succionada por Pablo era un manantial de placer y de flujo por el derrame de líquido genital. Sentía como su clítoris se inflamaba por momentos. Abrió los ojos en el momento que Ramiro se separó de su boca lujuriosa y se fue en busca de sus pechos. Miro hacia abajo y vio el miembro de Ramiro en sus manos y se excito. Sin previo aviso se agacho y comenzó a meterse en la boca aquel pene con avidez. Pablo se quedó descuadrado ante el movimiento de Pepa pero supo que hacer y se colocó detrás de ella y la penetro. Pepa gimió de placer como pudo con aquel pene en su boca y disfruto, disfruto de como Ramiro a la vez que ella le chupaba su miembro le acariciaba el cabello y como Pablo a su espalda la penetraba con vigor. Los dos chicos gemían de placer y eso unido con los demás gemidos del salón la extasió. Pablo la nalgueaba a la vez que la penetraba y el leve escozor de las palmadas en su trasero la excitaba. Ella quería más, había calculado todo aquello con la idea de que la abstinencia temporal pagara la consecuencia de su privación sexual y se lo iba a cobrar con creces. Pablo la agarro por la cintura y se tumbó sobre el tapete que Pepa había colocado anteriormente con la ayuda de todos y la obligo a que se sentara sobre él. Ramiro de pie como estaba le dio de comer su miembro mientras Pablo la empalaba con lujuria. Aquella sensación de tener a dos hombres dándole placer la hizo enloquecer. Chupo con deseo hasta la extenuación el pene de Ramiro y Ramiro gozo, sus gemidos se elevaron hacia el techo del salón y mirada también se clavó en el techo producido por el placer que Pepa le estaba proporcionando. Pepa se zafo de Pablo y se arrodillo ante el para hacerle una felación como él se merecía. A cuatro patas como estaba Ramiro la poseyó. El pene de Ramiro no era muy grande, no tanto como el de Pablo y no tan curvado como el de Pablo, pero se movía de fabula en su interior, era vigoroso, enérgico y la hacía gozar por momentos. El sonido de su pubis contra su trasero era música celestial para todos. Ramiro humedeció uno de sus dedos y comenzó a estimular el ano de Pepa a la vez que la penetraba. Pepa no se asustó ni se inmuto porque sabía que en breve seria penetrada por dos penes y ante ese pensamiento se creyó desmayar. Pepa levanto su cabeza y paso a masturbar a Pablo. Quería contemplar el panorama que se estaba proyectando en su salón. Jamás había sido participe de una bacanal como esa y quería disfrutarla al máximo. Observo como María yacía sobre el piso del salón y Ernesto la follaba encima de ella. Le encanto ver los grandes pechos de María moviéndose al ritmo que Ernesto le imponía a su follada. Que rico seria ir allí y chuparle a María sus pedazos de tetas, se dijo por dentro y se contuvo. Miro para la izquierda y vio a Kristina también acostada en el tapete, pero ella tenía las piernas sobre los hombros de Máximo que estaba arrodillado penetrándola. Lástima que solo tuviera la visión de la espalda de Máximo, porque ella quería contemplar como el pene de Máximo la penetraba y ver como todo el miembro se escondía en la cavidad vaginal de Kristina, pero no importaba porque Kristina la excitaba con sus fuertes gemidos. De repente Pepa creyó entrar en un estado de semi locura lujuriosa y se volcó de nuevo sobre el pene de Pablo y lo chupo con ahínco. Pepa soltó el pene de Pablo y se puso en cuclillas sobre él mirándole a la cara y dándole la espalda a Ramiro. Cogió con su mano el gran miembro curvado de Pablo y lo introdujo dentro de su vagina. El placer que sintió la hizo gemir con fuerzas. Pablo comenzó a bombearle placer a un ritmo enérgico. Pepa miro hacia tras buscando a Ramiro que estaba expectante ante la visión de Pablo penetrando a Pepa. Pepa con un gesto inteligente insinuó a Ramiro que la penetrara analmente. Ramiro se estremeció de placer ante la idea de follarla por el ano. Salivo la cabeza de su plausible pene y con habilidad y suavidad, comenzó a penetrarla analmente. Pepa puso sus ojos en blanco ante el torbellino de placer que se le iba acumulando en todo su ser. No to como el pene de Ramiro la iba abriendo por dentro con suavidad. Un mezcla de placer y frió dolor le recorrió el interior de su cuerpo pero se fue relajando a la vez que el pene de pablo la iba insuflando placer. Sintió con alivio y lujuria como el pene de Ramiro la había penetrado por completo y un gemido ahogado se le atraganto en su garganta. El pene de Ramiro se iba moviendo con diplomacia y precisión en su ano y el roce de todo el miembro ahí dentro la iba volviendo loca. Los orgasmos estallaban en su clítoris y una oleada incesante de placer recorría su cuerpo. Se dejaba hacer, era marioneta de aquellos dos chicos y le gustaba, le gustaba sentirse poseída por dos penes, dos penes para ella, le gustaba oír como su salón se inundaba de olores sexuales, de sonidos libidinosos, le gustaba que el fragor del sexo calentara todo el salón, le gustaba (como a Macgyver), sus planes le salieran bien. Ahí estaba, gozando como una posesa con dos chicos extraños, preñada de un placer inconmensurable, y todo gracias a su capacidad y astucia. Los movimientos coitales se fueron acelerando, acrecentando el placer de Pepa, todo su cuerpo se descarrilaba por el tren de la lujuria. Ramiro la golpeaba con su pubis en el trasero y el sonido de los cuerpos chocar la extasiaba y los penes en su interior la extasiaban. Comenzó a proferir palabras obscenas a los dos chicos como poseída por un diablo perverso y no se contuvo, siguió entre gemidos y palabras obscenas, quería que los dos chicos se derramaran dentro de ella a la vez, para con ello obtener las mieles del éxito en forma de líquido seminal y ante esta idea los invito a que eyacularan en ella. Como una avezada maestra del placer comenzó a mover su cuerpo  hechizada por un fuego diabólico y libidinoso que hizo que los dos chicos eyacularan a la vez en su interior. Pepa al sentirse inundada por los dos chorros de semen cálido que los dos chicos depositaron en su interior enloqueció y de repente su cuerpo comenzó a convulsionar presa del mayor orgasmo vivido jamás por Pepa. Su cuerpo y sus movimientos no le pertenecían, sus ojos en blanco la estaban transportando al umbral del éxtasis extremo y con un gemido exorbitante se dejó caer sobre el pecho de Pablo. Creyó que la respiración no le llegaría de nuevo a sus pulmones. Pudo reaccionar ante la caricia que Pablo le proporciono en su cabello. Ramiro se arrodillo a espaldas de Pepa exhausto y se dejó caer sobre la espalda de Pepa. El salón aún seguía impregnado por el vaho sexual de todos. María aún seguía yaciendo con Ernesto. Pepa pudo vislumbrarlos tras la neblina de placer que aun velaban sus ojos follar como si no hubiera un mañana y se alegró. Su cuerpo se iba reconstituyendo para la siguiente parada sexual, pero se dejó llevar por las sensaciones acontecidas. La luz a un tenue del salón otorgaba una atmósfera clama y tórrida. Los sentidos de Pepa aún seguían narcotizados y quería más y lo iba a conseguir. Se recostó en el tapete en medio de los dos chicos, poso sus ojos en el techo y comenzó a divagar y se sintió orgullosa de ella misma, de como con un poco de inteligencia y mucha fe, se podía conseguir lo que se propusiera. Se dejó perder en esos pensamientos de satisfacción y se olvidó por un momento que el sexo aun la invadía. Beso a Pablo en la boca y a Ramiro también y los tres se acurrucaron en el tapete dándose plazo para el siguiente desafío. Rio para sus adentros y se juró no pasar más abstinencia sexual.

miércoles, 20 de abril de 2016

SOLITARIA

SOLITARIA 
El timbre de la puerta sonó y me sobresalto sin previo aviso. ¿Quién podría ser a esas horas? Pose el libro que leía a la tenue luz de la lámpara del salón de mi casa en la mesita que me circundaba y coloque mis gafas de lectura sobre el libro en cuestión, las zapatillas acompañaron a mis pies descalzos que reposaban absortos en el sillón mientras me abstraía en mi lectura pasando a formar parte de lo inexistente. La incertidumbre caminaba a mi lado a la par que me iba acercando hacia la puerta de mi hogar. Antes de que me inclinara ante la mirilla de la puerta para ver de quien se trataba, otro timbrazo me sobresalto, desdibujando en el acto mis planes de observar tras la mirilla de la puerta de quien se trataba y dándome la celeridad suficiente para abrir la puerta sin la astucia de la prevención y si el ímpetu homicida del acto en sí. Mi mano decidida acciono el picaporte y la puerta se abrió ante aquel desconocido que me miraba de manera retadora y decidida desde la oscuridad del umbral de mi puerta. La escasa luz que lo iluminaba me dio los suficientes datos para determinar súbitamente de quien se trataba y en el acto mi cuerpo y mis fluidos corporales allende de la respiración, se petrificaron para mí en un instante. Mi voz se paralizo tanto en mi garganta como en mi cerebro y quede muda e inmóvil por un tiempo indeterminado que a mí se me hizo eterno ante la mira desafiante de él. Fue él el que hizo que toda mi actividad volviera a electrizar mi cuerpo, dotándolo de un nerviosismo y entusiasmo adolescente que empezó a ponerme incomoda y contenta a la vez. – ¿No me iras a dejar ahí en la entrada de tu casa verdad? Y con una desvergüenza excitante se plantó en el recibidor de mi casa. –No me digas que tratas a si a todas tus vistas? Porque si es así, has de ser una mujer muy solitaria y soltó una sonora risotada que tuve que apagar con la palma de mi mano en su boca. Al sentir sus labios carnosos y cálidos en mi mano, la temperatura de mi cuerpo se disparó de manera súbita y me avergoncé. Por favor, esta mi hijo durmiendo, no lo vayas a despertar. Además, ¿qué diablos haces aquí a estas horas? ¿Estás loco o que te pasa? A medida que mis palabras iban saliendo de mí boca me iba arrepintiendo de haberlas pronunciado, cosa que él dedujo al instante como hombre inteligente que era y que había demostrado con su nivel de osadía al haberse plantado en mi casa esas horas y sin el mínimo consentimiento ni invitación por mi parte. Fingió una mirada de tristeza y pesar. Levanto la mirada astutamente, de repente reacciono y me dijo, - Solo estoy aquí porque sé que necesitas compañía, tus ojos me lo dicen cada mañana que nos cruzamos tu camino del colegio y yo a mis cosas y soltó otra risotada que apago al instante incitado por mi mirada de desaprobación. De repente mis pensamientos se liberaron de todo el miedo que me estaba atenazando desde el instante que el timbre lleno el silencio de mi triste casa y me llevaron a mi vida cotidiana y a la que vivo, sufro y mal llevo cada día de mis últimos seis años. Soy lo que, bueno, será mejor decir que era una mujer triste ni más ni menos  como otras cientos o miles que puede padecer mi misma situación en este país o en mi misma ciudad como lo estaba sufriendo yo. Soy una mujer joven casada y con un marido que trabaja fuera del hogar, a miles de kilómetros para ganarse el sustento de mantener su familia, una familia fría, vacía, desestructurada y a la postre irreal familia. Esposas de maridos que dejan atrás a mujeres jóvenes bonitas y con deseos de vivir el amor de experimentar una nueva vida, su vida de casada con su amado de manera prometedora al menos los primeros años que han de ser maravillosos. Pero no, quedamos aquí varadas, sin el mayor premio que el de hacer crecer a nuestro hijos cada día, estar castas y atentas a las llamadas de los esposos, con la efímera esperanza de que nuestras amigas no nos cuenten siempre el mismo nivel de fracasos, chismes, penas y culebrones televisivos a los que nos vemos sometidas casi a diario por mitigar las penas y el dolor del vacío interior. Pero yo ya hace unos meses que decidí dejar de ser esa mujer que se arrastra por las calles con esta tristeza de viuda sin serlo cada día a la vuelta del cole de mi peque o a la vuelta del mercado, o a la vuelta de pasear mis ilusiones por el parque cada tarde de sol o permitir que mi cabello por día se vaya blanqueando de manera inexorable en mis sienes. Así que una mañana me quite todas las telarañas que me tenían atrapada y decidí vivir de nuevo la ilusión de mi existencia comenzando por los cimientos de mi ser. Mi sexualidad que la tenía muerta. La masturbación me dio una nueva dimensión de mi propio yo hizo que mi cuerpo y mis emociones me tonificaran de manera visible. Cuanto más me masturbaba más feliz me sentía, tenía ganas de bailar de nuevo, cantaba en silencio pero cantaba, la lluvia mojaba mis zapatos y cerraba el paragua para que la gracia del cielo me regara ante la mirada atónita de mis amigas y con la excusa infantil de que el paraguas no funcionaba. Las compras ya no eran tediosas, pararme a charlar con la gente que me topaba en mi camino ya no era penitencia para mí, al contrario la gente se alegraba de verme y compartir sonrisas conmigo. El sexo te libera y te da la chispa de la vida, me rio yo de la coca cola. Que perros ellos, que mal han hecho a la sociedad haciendo como propio ese lema tan fantástico que es propiedad sin dudas del sexo. Con el paso de los días y con la exuberancia de mi sexualidad apagada, me fui encendiendo de color como una amapola, ya no era un cardo borriquero, ahora era una preciosa flor que se abre orgullosa para que todos los insectos vayan a beber el néctar maravilloso de esa flor. Así me sentía y así hacia ver a todos que era. Al paso de los días mi confianza empezó a crecer enteros y mi osadía se fue inflamando en mi pecho y empecé a atreverme con cosas más osadas, cosas que antes ni por asomo tenía la decencia de pensar para mí misma. Descubrí por un artículo de una revista las braguitas del placer. Ay! qué cosa más rica, el recuerdo me hace estremecer del placer, recuerdo que me hice adicta a ese juego matutino y durante la primera semana llegaba a casa desde el colegio de mi Raúl, descargada de orgasmo y empapada de flujo. Era cierto que al caminar y sus bolitas bien diseñadas con paso firme hacían que el roce acariciara de manera sutil el clítoris y te volvieras loca.  Comenzó así mi juego de perversión. Pero lo que más era realmente más excitante y era lo que más me gustaba de aquello era que jamás podía permitir que nadie notara la más mínima presencia de placer en mi rostro. Nunca jamás nadie lo intuyo que algo raro me estuviera pasando, pero he de confesar que muchas veces no se bien como logre conseguir semejante reto desafiante. El cometido en si era tan excitante como el placer que sentía. Pero yo me iba creciendo desde el interior y una autentica diablesa lujuriosa se iba identificando desde mis caderas hasta la última punta de mi rubia melena. La mano de él al roce con lamia me saco de mis pensamientos de golpe, cosa que al instante me enfado sobre manera, pero sus ojos de sorpresa me apaciguaron súbitamente. – ¿Me vas a decir tu nombre o voy a tener que suplicar por saberlo? Su voz sonaba tan varonil, tan sonora y armoniosa que no podía dejar de temblarme el estómago al oírla, me sentía poseída por aquel intruso que había violado de esa manera tan violenta y erótica lo inmaculado de mi hogar y por una parte tenía ganas de entregarme en cuerpo y  alma ante mi furtivo desconocido. Me jalo de la mano y me introdujo al salón, a mi propio salón y sentí que ya no era mío, que había perdido el control de todo lo mío, ahora le pertenecía a él y él me dominaría a mi desde aquel mismo momento y vive Dios que he soñado con ese momento miles de veces, en cada rincón de la casa en la que mi soledad y mi sexualidad se han encontrado, pero un miedo incontrolado y desagradable se me ha pegado en el pecho y casi no me deja respirar, estaba llena de miedos. Sus labios como un ave rapaz me robo el primer beso y casi me desmayo de la intensidad y la extrema calidez de sus carnosos labios, trastocando mi resolución para mantener la tranquilidad y la cordura. Él se separó de mí con astucia y esbozo una preciosa sonrisa que me iba a hacer desmayar y desde esa corta distancia me dijo su nombre Con ese detalle tan simple  me quiso tranquilizar. Un chorro de aire fresco acaricio mis mejillas que alboroto mi cabello, que ya al punto estaba donde él quería y no yo. Oí por fin su nombre y de nuevo mis pensamientos me evadieron de mi salón de nuevo. Los dos últimos meses mi juego erótico personal fue ganando entero y él fue en gran parte él culpable de mi siguiente nivel de lujuria sexual. Aquella mañana precisamente me cruce con él a la vuelta del cole de Raúl. Mi mirada se resguardaba tras mis gafas de sol, pero me lo comía sin saberlo con la mirada. Las mujeres para eso somos expertas y es raro que un hombre se percate del detalle,  si no lo deseamos que sepa que nos interesa, pero sé que un felino como este hombre, es capaz de oler en el aire la intensa e inmensa cantidad de feromonas sexuales que iba repartiendo por el ambiente como una rosa fragante y se quedó prendado de mí. Llegue a casa nerviosa y excitada no me contuve, no puede dejar de correr a mi cama y masturbarme como una posesa por él. A partir de aquella mañana decidí dejar usar mis sujetadores reductores que disimulaban mi gran busto femenino y deje que mis pechos danzaras libres al movimiento y oscilar de mi caminar. Cada día que iba pasando mis turgentes pechos iba ganando en sensibilidad y puse en marcha el siguiente nivel de mis perversiones intimas sexuales. Compre una crema estimuladora para pezones y me la untaba antes de salir de casa con el tórrido objetivo de conseguir un orgasmo al roce de mi ropa interior con mis pechos. Aquel juego era tan erótico que era capaz de notar como se endurecían mis pechos como roca al leve roce con el sujetador. He de confesar que era más difícil llegar al orgasmo con aquel juego que con las braguitas del placer, pero lo conseguí en varias ocasiones, mi príncipe me ayudaba cada mañana a elevar mi excitación posesiva. El ritual a seguir era el mismo, jamás ser descubierta en aquel juego erótico suicida que cada mañana ponía en práctica. Cada mañana con indiferencia aparente al pasar por su lado, su perfume se me adhería a mi lascivia y su tórrida mirada al pasar junto a él me encendía a diario, se me adhería como un veneno insalvable para dejarme mortalmente herida de deseo. Sé que yo propicie todo esto que en mi salón se va a fraguar entre este hombre que me derrite y esta virgen del páramo y la soledad. Se separó de mí y me observo en silencio, su mirada escrutadora me desnudaba por completo y la sensación era degradante y excitante a la vez. Asió con sus dos manos llena de anillos plateados mi rostro y acaricio con ternura mis mejillas. Me sentía totalmente abrumada por la situación y los acontecimientos y mi cara desprendía pavor infantil. Se acercó a mi boca con sigilo y determinación y comenzó a besarme. Al principio mis labios no se separaron para dejar recibir su fragor, pero él tuvo paciencia suficiente y la habilidad de amante experimentado hasta que consiguió derrumbar mi voluntad y me atrapo. Su lengua entro en mi boca como una estampida de bestias salvaje pisoteando la flora de un paisaje bucólico y libero toda la tensión que tenía acumulada desde el inicio en todo mi cuerpo. Todo mi cuerpo se fue dejando envenenar por el elixir del veneno que él me estaba introduciendo en mi interior y me gusto, me arrobo y me deje arrastrar. Me quemaba, me inundaba y me elevaba desde el suelo hasta el techo de mi salón. Aunque aún quedaban trazos de mi asustadiza mujer inicial y como pude me zafe momentáneamente de él. Puse mi dedo índice en gesto de silencio en mis labios y me encamine hasta la puerta del corredor que separaba el salón de las habitaciones y la cerré con delicadeza. Como una ingenua de vuelta al salón intente recomponer mi compostura colocando mi pijama de nuevo en su lugar original, sin tener conciencia de que en breve ya no formaría parte de mi cuerpo. Él ya se había quitado la chaqueta y la había colocado sobre el respaldo de una de las sillas de la mesa grande del salón y me hizo un gesto que no podía eludir con facilidad. Me acerque lentamente hacia él, pero me paro en seco con otro gesto. Se agacho hasta la pequeña mesa del sofá y agarro el libro que yo había dejado allí momentos antes. Lo observo, leyó el título y la sinopsis de la contraportada. Me sentí tonta, me sentí examinada por mi príncipe de la lujuria. Él levanto la mirada y con gesto de aprobación tras una preciosa sonrisa, dejo de nuevo el libro donde estaba al principio. Se abalanzo sin esperármelo hacia mí y me volvió a besar. Pero ya esta vez todo fue distinto y él lo noto, mi cuerpo ya no estaba laxo y derrotado por el miedo, ahora tenía vigor y cuentas que saldar con mi príncipe de la lujuria. Su mirada sorpresiva y alegre me animo por momentos y con un gesto decidido lo empuje hacia el sillón y callo de posaderas en él. Me agache y seguí besándolo mientras le desabotonaba la camisa. _ ¿Porque has tardado tanto en venir? Le mascullaba entre beso en su mismísima boca, mientras nos devorábamos como poseídos por fuerzas animales. No lo deje responder, ahora ya no había vuelta atrás, ahora y en este momento mandaba yo. Le arrebate la camisa como bien pude y deje su torso desnudo al ante mi mirada. Sentada como estaba sobre sus piernas me quede absorta al ver lo esculpido de su pecho. No era un hombre grande muscularmente, pero estaba contorneado a la perfección. Puse mis manos sobre sus pechos, lo acaricie  y me quede mirando absorta su masculinidad. Él me miraba atónito y se dejaba hacer. Comencé a pellizcar sus pezones y me excite a lo grande. Lo estampe contra el respaldo de mi sillón para poder maniobrar mejor y lo chupe, le lamí los pezones con suavidad. Al inclinarme hacia su pecho pude saborear el afrutado dulzor de su perfume que me tenía embriagada desde que apareció en mi puerta. Quise beber de nuevo de su boca y lo bese, me fundí en un beso eterno y pasional. Un fuego inédito se fraguo en mi entrepierna casi asustándome de la intensidad. Agarre su cabeza mientras lo besaba y el contacto de su cabello entre mis dedos y el aroma de todo su cuerpo hizo que un orgasmo se estallara en mi clítoris dejándome casi sin respiración. Él aprovecho el momento y me zafo de la parte superior de mi infantil pijama, dejando al aire la rotundidad de mis pechos lozanos. Alucine con el gesto integro de admiración al ver mis pechos y me sentí la mujer más deseada del mundo. Los agarre con lujuria y se los di a comer. Se los serví en bandeja de plata para que diera cuenta de ellos. Me sorprendí del calor tan excitante que desprendían mis hermosos pechos y me gusto. Me devoro los pechos cono un animal, como si no hubiera un mañana. Me los acariciaba, los miraba extasiado y pronunciaba palabras ininteligibles para mí a la vez que los lamia y eso ensalzaba más si cabe mi excitación. Nos besamos de nuevo y nuestros cálidos pechos se unieron en la pasión transportándome a una nueva realidad de mi conciencia. Comencé a desabrocharle el cinturón y lo arroje al suelo lejos de su alcance. Proseguí y desabotoné su jeans y note en su estómago ralo  como la respiración se aceleraba por momento. Descabalgue de sus piernas donde estaba sentada de un salto y lo desnude. Quedo desnudo ante mí como Dios lo trajo al mundo y me quede perpleja y asombrada. Me quede un tiempo observando el enorme pene que me iba a hacer gozar, puse los ojos en blanco y ante la mirada atónita y de sorpresa de mi príncipe me arrodille. Agarre con mis dos manos su gran pene y lo observe esta vez desde la cercanía, que era real y no estaba soñando nada. Con lujuriosa suavidad acerque mi boca hacia la cabeza inflamada de su pene y jugué con él. Pase con pericia mi lengua casi sin rozarlo, solo haciéndole notar la calidez de mi aliento y lo hice vibrar. Me agarraba el pelo y pronunciaba palabras que no pude entender, notaba como su pene se embravecía aún más para mi deleite. No pude más y mi boca se rindió ante la maravillosa erección. Al notar toda la anotomía excitada del miembro en mi boca mi cuerpo entro en éxtasis. El calor, el grosor, el sabor y el tamaño hicieron que un orgasmo me llegara como una explosión en mi clítoris y parte de mi vulva, humedeciéndome de manera inmensa . Mi placer se derramo por cada centímetro de mi cuerpo. Sirvió todo aquello para que mi felación fuese para él suprema y extenuada. Deseaba tener ese pene en mi boca para siempre, haciéndome gozar, de dentro hacia fuera, de fuera hacia dentro. Mi salivación, mi garganta que empezaba a sentirse dolorida y el sonido de sus gemidos hicieron que Mozart no estuviera a la altura de semejante sinfonía sexual. Cuando me faltaba el respirar por lo extenuado de mi felación, lo masturbaba con mis dos manos aquel pedazo de pene y me excitaba mirándolo, tan grande cerca de mis ojos, lo lamia, lo saboreaba. Una  nueva idea se me instauro en mi deseo. La quería dentro de mí, la quería ya, la quería entera para mí, para mi goce y me desnude la parte de debajo y de un movimiento me despoje de lo que quedaba de mi pijama. Vi como quedo mi pijama en el suelo a mi derecha y como brillaban mis braguitas a la luz del salón por la ingente cantidad de flujo que había derramado en ellas y me sorprendí. Sin previo aviso él se incorporó y me domino, antes de lo que hubiera imaginado me vi tumbada en mi sofá. Ahora él era el que se arrodillaba ante mí. Introdujo sus dedos en mi boca y los chupe con denodada pasión mientras él hacia acopio de la rotundez de mis pechos para goce y disfrute de mi fuente de placer que se iba desbordando por instante en mi interior. Yo seguía chupando sus dedos mientras él iba bajando de mis pechos hacia mi entre pierna. Jugo con mis hingles para dejarme extasiada y cuando al fin sus labios rozaron mi clítoris, una riada de placer y flujo salieron en tropel de mi vulva, casi llegando a avergonzarme por la profusión del acto. Pero no, él siguió ahí y mucho más implicado y yo seguí gozando. Los dedos que estaban en mi boca ahora estaban dentro de mi vulva y masajeaban las paredes de mi vagina con una habilidad consumada y me estaba volviendo loca. La habilidad con la que esos dedos se movían dentro de mí me hizo desencadenar una sucesión de orgasmos nunca vividos. Con un gesto vehemente por la excitación del acto, él me abrió de par en par las piernas y arrodillado como estaba pero más erguido, agarro su pene, lo salivo y con suavidad comenzó a metérmelo. Al sentir el roce de su piel en los labios húmedos de mi vagina, mis dientes mordieron de placer mis labios y mi cabeza quedo inerte en el sofá. Una vez que estuvo toda dentro de mí, goce, goce como nunca antes lo había hecho. Mi príncipe me bombeaba placer con su recio pene y a cada empellón, el sonido de nuestros cuerpos chocar producía una sinfonía de música excitante que hacía que entre nuestros gemidos y el golpeteo, los orgasmos se encabritaban en mi clítoris y salían disparados en busca del séptimo cielo, allí donde el goce es eterno y el placer se queda atrapado para no subir más arriba. Que gran amante había fraguado a través de estos meses. Me sentía tan dichosa que quise fundirme con él, perderme para siempre en un mismo cuerpo y un mismo ser completo. Antes de que semejantes pensamientos terminaran de hundirse en mi mente, él me agarro de la cintura y con otro gesto vehemente me puso a cuatro patas en el sofá. Me volvio a penetrar salvajemente, aquí se lució, los empellones eran más violentos si cabe, pero me daba igual, yo quería eso, quería que me nalgueara, sentir el leve picor del golpe y me golpeo, para mi deleite. Me gritaba palabras sucias que hacían inflamar al máximo mi lujuria. Me agarro del pelo y lo jalo hacia él. En ese momento ya no era dueña de ninguno de mis actos consciente. El dolor mezcla del placer de aquello, me estaba volviendo loca y yo le gritaba, oh si, si por favor dame más, quiero más. Ya no era yo, era otra mujer que vivía dentro de mí la que revelo, la que se apodero de mis entrañas y salió para tomar partido en todo aquel ritual de concupiscencia. Siguió y siguió penetrándome de manera brutal y excitante y yo no paraba de correrme como una posesa. El flujo rodaba por toda mi entrepierna como nunca me había sucedido y lo goce. De nuevo fui nalgueada y disfrute. Me zafe de él y con gento también vehemente lo senté e nuevo en el sillón y le dije – Ahora me toca cabalgarte príncipe! Me puse a horcajadas sobre él, agarre su pene y me lo metí entero dentro de mi ser. De nuevo al sentir toda aquella protuberancia en mi interior me extasié y mis ojos se tornaron blancos del placer. Puse mis manos sobre sus hombros y comencé a galoparlo. Que placer más intenso por favor! Le metí mis dedos en la boca y me los chupo, chupaba y chupaba mis dedos para mi éxtasis. Yo seguía en la mía y lo cabalgaba cada vez más fuerte, el sonido de nuestros cuerpos golpear era tan excitante que de nuevo hacia que perdiera el control. El asió mis pechos y los lamio y los relamió para mi goce. Mis pezones y todo mi pecho se endurecieron y los orgasmos se me seguían escapando de mi clítoris. Por un momento mire para abajo y lo contemple, me asuste al comprobar que había crecido casi tres veces de su tamaño original y lo toque con suavidad. Me quede espantada de lo híper mega sensible que lo tenía. Él me incitaba a que me masturbara mientras lo cabalgaba. Lo obedecí y lo flipe. Suavecito lo frotaba, muy suavecito arriba y abajo, sintiendo toda la inmensidad de su pene rozar toda mi vagina por dentro y sacarme un flujo cada vez más espedo. No se cuántas veces goce y los orgasmos se me venían uno detrás de otro, pero fueron muchos. Mi clítoris estaba excitado e inflamado y era como una caja de pandora, una vez que se abrió, libero todo su juego de fuegos artificiales. Mi príncipe estaba a punto de eyacular e inundarme con su líquido seminal. Lo pude interpretar por su rostro y sus gestos de placer. Volví excitarme, quería su orgasmo a la vez con el mío, así que acelere mis movimientos coitales a la razón de la intensidad de su cara de placer. Yo le gritaba, oh si nene dame tu leche, vamos, vamos la quiero toda dentro de mí, vamos, baby, vamos, a cada palabra mía su cara se iba congestionado un poco más a la par que mi placer estaba a punto de reventarme y dejarme extasiada. Hice un último esfuerzo y con un movimiento certero le extraje todo su jugo de hombre, todo su semen que derramo en mi interior  para mi placer y nos fundimos los dos en un inmenso orgasmo que pinto toda la habitación de un rojo tan intenso que ni las cortinas del templo de Eros podían rivalizar con mi salón. Quede exhausta. Me deje caer sobre el pecho de mi príncipe e intente que de nuevo la respiración acompasada me trajera de vuelta al mundo de la cordura. Me quede un rato con la cabeza apoyada contra su pecho con la mirada perdida intentando quedarme adherida a los retazos de los últimos orgasmos que había desarrollado mi cuerpo olvidado para nunca olvidarlos pero se iban, se iban desvaneciendo para mi desgracia. Pero él seguía allí y eso me reconforto. Su respiración se fue ralentizando como la mía. Él acariciaba mi pelo mientras también seguía como yo con la mirada perdida en el infinito. Pensé que para nada me interesaba cuales fueran sus pensamientos en ese instante, no deseaba ya nada más de él, solo que estuviera aquí, ahora , para mí, en silencio y dándome su calor de príncipe. Levante la mirada perdida y le dije - ¿me puedes decir ahora a que has venido a hacer aquí a mi casa a estas horas? Me miro por un instante perdido y aturdido. Nos reímos los dos al unísono y nuestras sonrisas volvieron a pintar mi salón, esta vez mi salón se pintó de un blanco fresco y tranquilo. Él me abrazo fuerte y me dejo al amparo de su pecho y volvimos a quedar en silencio porque aquello aún teníamos la consciencia de que no había terminado. Pero esa parte la reservo para mí y para mi siguiente nivel de perversión sexual de una solitaria mujer de treinta y tres años.

miércoles, 23 de marzo de 2016

LA NOCHE DE PAU

LA NOCHE DE PAU.

Pau se encamino aquella noche escaleras abajo como cada sábado de cada semana de estos tres últimos años, con la misma sensación de poderío y resuelto a que aquella noche de sábado seria todo un éxito en lo que al plano sexual se refiere. Ya en la calle y en la templada noche de la ciudad que lo cobijaba, le esperaba el coqueto Alfa Romeo de Luis, tan brillante y reluciente como sus ganas de desfogar su fiereza varonil en la entrepierna de alguna chica preciosa y anónima hasta ese momento para Pau en el sábado noche. Se subió al coche y tras los saludos de rigor, el coche rodo por las calles de la ciudad en busca del lugar idóneo donde aquellos dos chicos proyectarían sus ilusiones sexuales en una noche de sábado como otra cualquiera. Pau sabía que pronto aquella embriagadora sensación de poder e ilusión motivada por su deseo carnal, se vendría abajo como le pasaba cada sábado y se iría a casa entre lágrimas y con la sonrisa fingida de que lo había pasado en grande, y lágrimas por no haber consumado el acto carnal que tanto anhelaba desde el minuto cero que proyecto en su ilusión desde que salió del umbral dela puerta de su casa. Una idea también se le cruzo como un relámpago por su cabeza haciéndolo sufrir sin consuelo. Era imaginarse de nuevo otro sábado más, tras el fracaso receptivo del acto seductor del sábado noche,  tener que ir desperdiciando  así, su exigua economía en aquel club tan sórdido como complaciente donde dejaba reposar su ira del fracaso seductor las frustrantes noches de los sábados. Luis subió el volumen de su canción favorita que en ese preciso momento, escupían los altavoces de su Alfa Romeo  y Pau se dejó motivar por aquella lamentable canción superficial y fiestera, que estaba totalmente en contra de sus gustos musicales, pero si, hizo el intento y disfruto de aquella zafia canción y por un instante, se sintió crecer desde su interior, desde  el interior más superficial, para auto proclamar una noche de triunfo, aquella noche que se les avecinaba inexorablemente. Antes de lo que Pau pudo sintetizar, el coche los transporto por la ciudad hasta el punto exacto donde se  pondrían al servicio de sus necesidades sexuales y  al servicio de sus intereses conquistadores.  Se apearon del coche. La atmosfera que desprendía el lugar y todo el entorno, como no cabía esperar  de otra manera, era un entorno  superficial y pretencioso, lleno de gente posando en un carnaval de individuos inanimados y vestidos como solo lo harían en ese lugar y para ese fin concreto. El ritual patético del apareamiento descerebrado y de poca gracia. Pero Pau se sentía cómodo en aquel lugar, es más, su ánimo se hincho aún más si cabía al sentirse en consonancia con el medio y sus intenciones. Pasaron de Pub en Pub a lo largo de la noche, intentado buitrear y pavonearse con sus mejores poses, acompañados en cada momento del líquido elixir que los iba embriagando por momento, dotándolos de un rictus gracioso y  dando rienda suelta a un desparpajo pueril  que los ridiculizaba por momento. Así paso gran parte de la noche y las expectativas de Pau se iban deshinchando como un globo con tres días de vida tras una fiesta de críos olvidadizos. El último punto álgido de la noche se llamaba “Edén”, bonito nombre para una discoteca donde ya todos arrastran sus calamidades al son de una música inaudible y que más bien rivaliza con el infierno más que con el edén, pero Pau se agarró al último halito de esperanza y creyó con toda sus fuerzas que allí encontraría su Avatar que lo rescatase de semejante decadencia sexual. Luis le dijo que la última copa le tocaba pagar a él y resuelto se dirigió hacia la barra del establecimiento abarrotado, con la certeza de que se demoraría más de quince minutos entre ir y volver a por su amigo. Se acodo en la barra a la espera de que fuese atendido por alguna camarera exuberante que atendía la barra. Una mano con delicadeza y desvergüenza por detrás le agarro el trasero y Pau pensó que ya estaba Luis con sus gracias jodiendo al tiempo que lo hostigaba. Se giró para recriminarle la actitud a su amigo, pero antes de poder pronunciar una palabra a viva voz, su aliento se aprisiono en la garganta y todos los papeles de la compostura se le derramaron en el suelo al contemplar aquella atrevida chica que lo miraba con rostro retador mientras Pau intentaba recomponerse. La música seguía atronadora a ambos lados de sus oídos, por ello tuvo que acercar sus labios hasta la cara de la intrusa para pedirle explicaciones a la chica. La chica con un gesto de semi desprecio paso por su lado y ocupo el lugar que Pau ocupaba en aquel lugar de la barra. Con un gesto resuelto e imperativo capto al instante la atención de la camarera y pidió dos bebidas que pago ipso facto. Se dirigió hacia Pau y le obsequio con una de ellas, le obligo a entrelazar sus brazos y beber aquella bebida de un sorbo con ese ritual corporal que a Pau le pareció apasionante y clandestino. La chica lo agarro de la mano y con soltura y desparpajo lo arrastro hasta la pista de baile. La chica presa de una sensualidad extraordinaria lo hipnotizo hasta extremos insospechados para el propio Pau y se dejó llevar por todo el veneno que ella era capaz de exhalar a cada movimiento calculado y rítmico de aquella chica morena y anónima. Luis encontró a Pau bailando en la pista desde la distancia y supo al instante que volvería solo a casa o al refugio sexual del club que muchos sábados frecuentaban. Se dedicó a observar para encontrar victima propicia como lo había hecho Pau y se perdió en la vorágine de cuerpos moviéndose al ritmo de la estertórea música. No supo Pau el tiempo que había pasado bailando extasiado con la chica morena en la discoteca  pero ya el sol rallaba en el horizonte mientras se relajaba en el sillón del coche de la chica morena que lo llevaba por las calles de la ciudad hacia un destino incierto y desconocido. La puerta de un  garaje se abrió automáticamente frente al coche que esperaba detenido frete a ella y la oscuridad del garaje se los trago. Se apearon del coche y la mano de la chica asió a la de Pau con determinación y lo arrastro hasta un ascensor que llegaba al garaje. La chica morena lo acoso a besos mientras el ascensor subía hasta su parada final. La chica lo rodeaba lujuriosamente con sus piernas mientras lo besaba y le jalaba del pelo haciéndolo sufrir placenteramente. Todos los sentidos de  Pau se alertaron y se activaron de manera exorbitante ante la más que posible unión carnal que se estaba avecinado. La puerta del ascensor se abrió tras un suave timbrazo y se recompusieron al instante. La chica morena lo volvió a asir de la mano y lo llevo dirección a la puerta de su casa. Pau se abalanzo a por su cuello pero ella se zafo con habilidad del ímpetu de Pau, lo que le hizo comprender a Pau que él no era el que llevaría la voz cantante en todo aquel carrusel de emociones sexuales, más bien seria la herramienta de la obra sexual que la chica morena tenía en mente. La casa olía de maravilla y el orden imperaba en cada espacio que Pau iba contemplando, el corte moderno y vanguardista de la decoración hacia interpretar que la chica morena no era una vulgar muchacha de discoteca de sábado noche. Pau empezó a tomar conciencia de que algo grande se iba a ir cociendo a partir de ese momento en aquellos aposentos. La chica morena se zafo de la mano de Pau y se dirigió al interior de lo que Pau supuso su habitación. Sintió como se descalzo de sus tacones y como arrojo con cansancio los abalorios que adornaban su cuello y manos. Abrió un armario y cogió algo de su interior. Al salir le lanzo un albornoz azul a Pau y lo invito a que pasase al cuarto de baño que estaba al final del pasillo. La chica puso mucho énfasis a que no escatimara en esfuerzo en sanear cada centímetro de su cuerpo y que hiciera lo mismo con su dentadura, le observo que en el primer cajón del lavabo había cepillos de dientes desechables y que los usara sí o sí. Mientras, ella haría lo propio en el cuarto de baño del interior de su habitación. Pau en un alarde de valentía le propuso a la chica morena que se bañaran juntos, pero la mirada retadora e intimidadora de la chica lo helo en su ánimo, Pau se ensombreció al instante, hasta el instante justo que Pau puso en práctica su infalible sonrisa de tonto y que a la chica morena le hizo provocar otra sonrisa de misericordia. Pau asió con fuerza el albornoz, agacho la cabeza y se dirigió mansamente hacia el baño al final del pasillo que lo esperaba, con más ilusión que alegría. La chica morena a la vez que lo seducía lo intimidaba y esa sensación de estar en desventaja con alguien y a la hora de compartir la intimidad de su desnudez, no lo hacía estar cómodo. Para aquel instante el sueño ya se le había esfumado de sus pretensiones y la ducha efusiva lo reconstituyo. Salió del baño con veinte años menos y con un aroma extraordinario y nuevo para él. La chica morena tenía muy buen gusto para elegir productos de ducha caros y fragantes. Al abrir la puerta oyó la voz de la chica morena que lo citaba desde su habitación. Pau se encamino presa del miedo y la lujuria del momento y presa sobre todo de la incertidumbre y lo desconocido. Al llegar al umbral de la puerta comprobó que el ambiente de la habitación había bajado en intensidad lumínica y unas velas aromáticas plagaba el ambiente a dulzón desafío sexual. Pau pudo ver un elenco de dildos y arneses bien posicionados sobre la mesa que hacía de mesita de noche de una manera desafiante, cosa que le exalto repentinamente, pero al observar a aquella chica morena en la cama se sosegó. La chica estaba desnuda sobre la cama y solamente vestida por la tenue luz que las aromáticas velas proyectaban sobre su moreno cuerpo. Al gesto de su dedo Pau se inclinó sobre la boca de la chica morena que lo llamo desde la distancia que separaban sus cuerpos. Lo beso por un largo periodo de tiempo. En un momento determinado y decidido por ella, como movida por un resorte invisible e inaudible, agarro violentamente del pelo de Pau y lo obligo a que le lamiera sus pies. Sus pies perfectamente pedicurados de un rojo pasión y de una suavidad idílica se mostraban sexuales y exuberantes a la mirada de Pau. Pau se recreó en su nueva faceta de lamedor y se consumó como un experimentado amante en cada centímetro de los pies de la chica. La chica morena gemía de placer al roce de la descarada lengua de Pau sobre la fina e hidratada piel. Pau la observaba con lujuria a cada lametón y se enorgullecía de proporcionarle placer a aquella chica tan exuberante. Con sus manos quiso asir los redondos pechos, pero esta no se lo permitió de momento y el gesto le pareció a Pau de desprecio, pero de nuevo se contuvo y siguió dando rienda suelta a su lengua. La chica morena lo motivo a que siguiera lamiendo  en dirección hacia su entrepierna con la lengua. A medida que Pau iba acercándose a la vagina, pudo notar el penetrante olor a sexo que desprendía aquella humedecida vulva. Pau al notar en su nariz la intensidad del aroma del sexo femenino despertó en su interior un animal que por miedo tenia retenido en su interior, pero lo libero en ese preciso momento, para goce de la chica. Esta vez Pau se sintió dominador de la acción y se recreó en la vulva maravillosa y rala. Los gemidos entrecortados y clamorosos de la chica morena musicalizaron la habitación. Pau se sentía el emperador de la vagina y el flujo le rebosaba por la comisura de sus labios y por toda la boca. La chica jalaba del pelo de Pau con vehemencia presa del placer extremo que estaba sintiendo en ese momento. Pau levanto la cabeza con decisión y se fue a buscar los rotundos pechos sin haber obtenido beneplácito que ella debería haber permitido, pero la chica morena se dejó hacer. Pau como un maestro experimentado mojo sus dedos de la mano izquierda y los introdujo con habilidad en la vagina de la chica y la masajeo con destreza y habilidad mientras su boca succionaba los pechos. La atmosfera que se empezaba a fraguar en esa habitación empezó a ser densa y calurosa. Pau incremento la frecuencia en su masajeo llevando a la chica morena a una cascada de orgasmo que los exteriorizo en modo de gemidos largos y sonoros. La chica morena como saliendo del éxtasis que la invadía, se zafo de Pau dejándolo atónito de nuevo ante la reacción de la chica. La chica se incorporó de la cama y se dirigió hacia una silla baja que había al fondo de la habitación y la acerco hasta frente a la cama. Pau la observaba con extrañeza pero de nuevo se volvió a calmar, porque había algo en ella aunque sus gestos fueran irritantes, que le hacía confiar en cada cosa que hacía. La chica morena agarro un gran dildo blanco con ventosa y lo aposento sobre la silla baja que ella misma había acercado al borde de la cama. Con un gesto decidido lo clavo con un sonido seco sobre la madera. Pau se quedó atónito al ver aquel dildo frente a él y sin saber bien a que venía todo aquello. La chica morena se arrodillo ante la silla baja y con un gesto de lujuria comenzó a lamer aquel enorme pene blanco. Mientras lo lamia y pasaba sus carnosos labios por toda la rugosidad del pene observaba con mirada lasciva y  con deseo a Pau. Lo incito a que se masturbara para ella. Pau se sentó al borde de la cama y comenzó a agitar su pene presa del erotismo que aquella chica morena le estaba incitando con semejante felación a aquel enorme pene blanco. De repente se zafo del dildo, agarro una crema de la mesita y se abalanzo sobre Pau. De rodillas como estaba se volcó sobre el miembro de Pau y lo lamio con rabia y pasión. Pau creyó estar en éxtasis y se dejó hacer. La chica morena lo tumbo sobre la cama y le levanto sus piernas. Con delicadeza, una mano lo masturbaba y la otra le untaba porciones de crema en su ano. Al principio Pau se sintió incómodamente extraño pero se dejó hacer presa de un deseo desconocido y experimental en él. La chica dio buena cuenta del ano de Pau  con la crema y siguió lamiéndolo y masturbándolo a la vez que lo untaba, pero para sorpresa de  Pau, la chica morena siguió estimulando su ano a la vez que le lamia su miembro. Un dedo comenzó a introducirse en su recto. El placer repentino que Pau sintió mezcla con el pánico inicial hizo que su cuerpo no reaccionara de manera violenta y de nuevo se dejó hacer. La chica morena con alegría interior por la reacción de Pau se relajó y se esmeró en hacer que el chico gozara de la nueva experiencia para él. Comenzó solo con un dedo al principio y luego lo estimulo con un pequeño dildo de la mesita de noche que le iba introduciendo con suavidad casi celestial. Los gemidos de Pau se mezclaron de repente con los de la chica morena. El pequeño dildo se introducía por momentos con una agilidad extasiante. Pau se sintió estar moviendo entre el mudo de la consciencia y el pavor y el mundo de lo desconocido y lo placentero. Su ánimo se descarrilo y lo embargo un aluvión de sensaciones nunca antes experimentadas y ello le hizo transportarse a un lugar incierto pero seductor. La chica morena al ver gozar a Pau dejo de asir el pene de Pau y comenzó a frotar su clítoris con rapidez en busca de su orgasmo a la vez que introducía el pequeño dildo a Pau. La escena era tan erótica para la chica que no pudo retener por mucho tiempo el orgasmo que le acuciaba en la punta de su clítoris inflamado de placer. Un aluvión de flujo se descargó sobre su mano y el olor penetrante de su sexo la excito más todavía. Pau gemía como poseído mientras se agarraba y agitaba su pene. La chica morena se incorporó y le dio de comer su vulva en la mítica posición del sesenta y nueve, sin que por ello dejara de estimular el ano de Pau. La lengua frenética de Pau moviéndose en la vagina de la chica, hizo que los orgasmos se arremolinaran salvajemente en su clítoris y su cuerpo entro en varias convulsiones de placer. Ella mientras tanto se introducía el pene de Pau hasta el fondo de la garganta hasta hacerla casi vomitar, pero ese placer era indescriptible para explicarlo y siguió impertérrita en ello. Siguió chupando y estimulando el ano de Pau, con una metodología infalible para hacer alcanzar el orgasmo de un hombre. La chica pudo notar que eso estaba a punto de suceder porque el cuerpo de Pau se contorsiono en un gesto de dolor mezclado con placer y sus manos apretaron con fuerza el curvilíneo trasero de la chica como señal inequívoca de que el orgasmo estaba a punto de estallar en la boca de la chica. Un chorro abundante y caliente salió del interior de Pau, inundando la boca de la chica, cosa que extasió de inmediato a la chica morena  fundiendo a los dos en un inconmensurable orgasmo, que rompió con un gemido al unísono casi atronador. La chica se tragó todo el semen de golpe y sintió con placer como el líquido ocre y salado corría por su garganta tibio hacia abajo de su garganta. Los dos se quedaron por un rato inertes, uno encima del otro. Un tiempo indeterminado pero que a ambos le supo a gloria. Extasiados por la sucesión de energías que habían transmutado, se dejaron relajar, pero la chica morena, aún seguía queriendo más y al rato con suavidad y delicadeza se incorporó del pecho de Pau y lo beso. Lo beso con un agradecimiento y una candidez que conmovió a Pau de manera extrema. Ya no era la misma chica distante, fría y calculadora que fue desde el principio. Algo en ella había cambiado, quizás la liberación de tensión sexual o quizás el elixir maravilloso de su líquido seminal, la habían hecho mutar de talante. La chica se levantó del pecho de Pau y se encamino hacia la mesita de noche donde estaba el surtido grupo de dildos y arneses. Casi sin dudarlo agarro un arnés con un pene de color café y se lo coloco con habilidad en la cintura. Con un baile insinuante sacado del mismo corazón del infierno, se balanceo ante la mirada atónita de Pau. Acariciaba todo el contorno y la longitud de aquel achocolatado miembro con una lujuria nuca vista por Pau. Jamás vio a nadie blandir su pene para él y aquella chica morena estaba iniciándolo en un mundo sórdido y desconocido para él, pero lo peor o lo mejor del caso es que no se sentía en desventaja ni usurpado, mas bien todo lo contrario. Era excitante ver a una mujer con esa figura tan perfecta y esas carnes prietas blandir un pene como aquel y hacerlo con un erotismo tan ardiente. En sus movimientos la chica rivalizaba con su anatomía en el intento de querer chupar el miembro, cosa que a duras penas conseguía. Ante aquella visión Pau enloquecía. La chica se movía presa de una melodía solo audible en su cerebro pero que a Pau le pareció estar navegando en el mar de la concupiscencia y lo iba hipnotizando por instante. La chica se contorsionaba de manera habilidosa para él y lo embobaba a cada instante. Ella se acerco hasta escasos centímetros de Pau y lo golpeaba con el miembro en su rostro de una manera insinuante. Él no podía apartar la mirada de aquel cuerpo escultural y aquella inapropiada y excitante verga en las manos de la chica. En un momento preciso lo invito a que le chupara el dildo y Pau como sometido por un narcótico indeleble en su sangre obedeció con entusiasmo. Como en un ritual salvaje y al ritmo de una música que solo era audible por la chica morena en su cabeza, su cuerpo esculpido se movía de una manera tan hipnotizadora que Pau caía rendido a sus movimientos y no podía dejar de mirarla. El erotismo que desprendía la escena lo estaba volviendo loco. Toda la escena parecía salida de un ritual de iniciación malévolo y calculado. La chica  morena se acerco a Pau y golpeo con suavidad y destreza en el rostro con el negro pene al ritmo y cadencia que su cuerpo le ordenaba. De repente Pau se vio chupando aquella verga ante el gesto imperativo que la chica le había propiciado. Lo agarro del cabello y lo obligo a que tragara su pene postizo con un gesto claramente masculino. Pero Pau no se dejaba intimidar, él era cómplice y participe de todo aquello que estaba sucediendo y que lo estaba excitando. Su erección de nuevo era vigorosa y amplia y su deseo era aún más grande si cabe.  Agarraba con fuerzas las tersas nalgas de la chica mientras ella oprimía su pene contra la garganta de Pau. Ella saco el dildo de la boca de y lo monto. Se subió al pene de Pau y lo cabalgo poseída. Pau sintió la extrañeza de tener un pene entre la chica y él pero gozo la cabalgada. La chica morena se corrió varias veces entre un mar de gemidos y lamentos de placer. Pau se sentía en la dicha más grande que jamás había vivido y disfruto. Se dejo hacer, se dejó llevar y gozo como nunca antes lo había hecho y se sintió pleno. Todos los gestos de la chica eran  intempestivos y casi violentos y eso le daba aún más una atmósfera lujuriosa. La chica lo giro y lo coloco a cuatro patas sobre la cama. Pau se asustó pero no iba a permitir que el miedo atenazara su deseo, así que se relajó y se dejó hacer. La chica volvió a prender la crema que uso antes con Pau y embadurno todo el negro pene. Con delicadeza se acerco hasta Pau y comenzó a lamerle toda la zona testicular y el ano. Pau creyó entrar en estasis de placer y disfruto de la habilidad lamedora de la chica. Ella se incorporó agarro el dilo y con extremada delicadeza y habilidad se lo introdujo a Pau. Pau agarro la colcha de la cama con una mezcla de placer y dolor repentino pero lo gozo. Sintió como aquel negro pene lo empalaba por dentro y no se asustó.  Al contrario se sintió bendecido porque aquella mujer tan espectacular y pasional le obsequiara con aquel manjar de otra manera de sexualidad y estaba agradecido de que ella fuese la que lo iniciará en dicha vertiente lasciva. Los movimientos de la chica morena se fueron haciendo cada vez más violentos y un alocado placer se le fue instaurando en su rostro y en su gesto, aunque Pau no pudiera estar viéndolo lo intuyo. Ella le pidió que se masturbara a la vez que lo penetraba y ante aquella visión la chica entro en éxtasis. Los movimientos de ambos se aceleraron, mas, mas, mas aun y los gritos de placer inundaron la alcoba excitando sin remedio a los dos. Pau derramo una gran cantidad de semen en la colcha de la cama de la chica. Jamás Pau había experimentado algo semejante pero se sintió feliz y se derrumbó con cuidado de no mancharse sobre la cama. La chica que también había llegado al orgasmo, también se recostó a su lado con cuidado de no mancharse ella también. Se quedaron en silencio los dos mirándose atónito bajo la luz de las velas y pudieron contemplar como el placer y la lujuria, se iban apagando poco a poco de sus pupilas. Ellas con cariño acaricio el pelo de Pau y le dijo; sabes que esto no es homosexualidad verdad? Porque a ti no te gustan los hombres o me equivoco? Aquí esbozo una sincera sonrisa. Pau permaneció en silencio y la dejo continuar. Esta noche has vivido una nueva dimensión de tu sexualidad y yo he sido tu instructora para este hecho y me  siento orgullosa de ello. Pau permaneció en silencio y comprendió que él, esa noche había sido elegido por el destino y esa chica morena, como quizá en otra ocasión un sábado cualquiera, lo habría sido otro chico para degustar y vivir la experiencia más arrebatadora sexualmente de su vida y se sintió feliz y privilegiado. Se acerco a la chica morena y la rodeo con su brazo en un gesto de protección y gratitud, le beso sus  labios y recostó du cabeza al abrigo de sus dos preciosos pechos y se durmió, como duerme un bebe al amparo de su madre.